Campanas para cantar la gloria de Dios


Nuestro campanario se ha convertido en un improvisado templo «ad extra», volcado al exterior, donde Jesús Eucaristía se hace presente de un modo especial los domingos y festivos. Quienes no podéis ver la torre, os guiáis por el sonido de las campanas, cuyos tañidos indican el momento de la bendición. La tradición cristiana sobre el significado de las campanas es de una gran belleza y hemos querido recoger aquí algunas ideas que, seguramente, te ayudarán a sacarle mucho más partido a unos sonidos que se te antojarán celestiales.
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«Fides ex auditu», la fe viene a través de lo que oímos mediante el testimonio de cristianos santos. Así fue desde el comienzo: los apóstoles, por mandato del Maestro, predicaron el evangelio a todos los pueblos y quienes les oían se convertían y se bautizaban por miles.

1) La Iglesia como Pueblo de Dios da siempre testimonio del Evangelio, aquello que le da su identidad más profunda y es al mismo tiempo su corazón. Las campanas son, en primer lugar un testimonio de la presencia de la Palabra, el Verbo: están situadas en el templo, que es símbolo de Cristo muerto y resucitado. Los templos no se «inauguran» o se «abren», tampoco se «bendicen»: se «consagran» mediante un ritual que sólo puede celebrar el obispo y en el que se utiliza el santo crisma para ungir el altar y las paredes. Un templo representa a Cristo mismo, por eso es lugar santo: allí se encuentra el altar del sacrificio del Cordero de Dios; allí está la sede de la palabra de Dios, que es el ambón; la sede donde el obispo o los sacerdotes presiden los sacramentos y a la comunidad cristiana; el tabernáculo donde se guarda la Presencia real;  el confesionario que es la sede penitencial; la pila del bautismo por el que renacemos al Señor y aumenta la familia de los hijos de Dios. El templo es el lugar donde se celebran los sacramentos y Cristo sigue curando y sanando nuestras enfermedades. Nos sigue llamando constantemente mediante la predicación y el testimonio a unirnos a Él para permanecer con Él. De modo simbólico, las campanas de la iglesia son, en primer lugar, el eco de la voz de Cristo resucitado, que sigue llamando a todos a creer en Él para que tengan vida eterna, sobre todo a la oveja perdida.

Esta vinculación con Cristo se ha plasmado en la tradición poniendo siempre su nombre a la campana más grande, que le da voz al Santo de los Santos, resonando por encima de cualquier otra voz. En España tradicionalmente a ese campanón se le denomina «El Salvador». En el caso de nuestra parroquia, dado que llevamos un título del Señor (y no de la Virgen o de otro santo), no podía llamarse de otro modo sino «El Santísimo Cristo de la Victoria». Pesa la friolera de 1000 kg. Es la única decorada con motivos florales, como queriendo laurear la victoria del Señor, muerto y resucitado. Por cierto: está colocada mirando «ad orientem», es decir, hacia donde sale el sol. Teológicamente, Cristo es «el Oriente», el Sol que nace en la Resurrección para no ponerse jamás.

La siguiente campana en tamaño, tradicionalmente en España se ha dedicado a la Inmaculada Concepción, dado que estamos en tierra de María, como decía S. Juan Pablo II: ¡somos inmaculistas de nacimiento! La campana «La Inmaculada Concepción», de 800 kg., cuenta con un precioso bajorrelieve de la Purísima  de estilo murillista, rodeada por dos ángeles. Esa campana la escuchamos todos los días porque nos da la hora con la acción mecánica de los electromazos; al resto de las campanas habrá que pensar en darles trabajo. Hablaré con el párroco.

El Señor y su Madre son los dos titulares más habituales de las campanas. Si se instalan más campanas, se suele acudir al patrón o a otros santos, como queriendo poner sonido a la gracia que nos llueve del Cielo por los intercesores que tanto nos ayudan cuando acudimos a ellos. En nuestro caso, el siguiente en la lista hace que la Sagrada Familia esté al completo representada en nuestro campanario: «San José», con 500 kg. El precioso y detallista bajorrelieve es el más conseguido de las cuatro campanas, sin duda.

La última campana está dedicada al patrono de nuestra diócesis y de todos aquellos que trabajan en el campo: «San Isidro Labrador». Que este santo varón y esposo madrileño nos ayude a trabajar mucho y bien en la viña del Señor. Como la campana se hizo en Valladolid, no hay bajorrelieve de san Isidro: nada más se fundió una cruz.

¡Las campanas están en lo alto, en primer lugar, porque nos traen sonidos de lo alto! ¡Son la voz del templo De Dios!

2) En segundo lugar, la tradición usó las campanas para convocar a los fieles a la oración, sobre todo a la celebración de la eucaristía. En los conventos, todo se avisa con campanas. El rezo de la liturgia de las horas, comenzando con el oficio de lecturas a las 3; a las 6, laudes; a las 9, tercia; a las 12, sexta; a las 15, nona; a las 18, vísperas; y a las 9, completas. La oración componía en sí mismo un horario diario, lo que hacía de las campanas el mejor reloj.
El ritual de la bendición de las campanas comienza indicando: «Existe la antigua costumbre de convocar al pueblo cristiano para la asamblea litúrgica y advertirle de los principales acontecimientos de la comunidad local por medio de algún signo o sonido. Tal es la misión específica de las campanas. Efectivamente, el tañer de la campana es, de alguna manera, la expresión de los sentimientos del pueblo de Dios, cuando este pueblo exulta o llora, da gracias o suplica, se congrega y pone de manifiesto el misterio de su unidad en Cristo». ¡Las campanas, por lo tanto, son también expresión de nuestros sentimientos!
En la toma de posesión del párroco, el obispo o el vicario le entregan las campanas con esta oración: «Dios, que envió a su Hijo al mundo para reunir a los hijos de Dios dispersos, te encomienda que seas asiduo en convocar a tus fieles para que, al sonido de estas campanas, se apresuren a congregarse en esta Iglesia. Haz sonar, pues, las campanas parroquiales para señalar los días de fiesta, los tiempos de oración y los principales acontecimientos que afectarán, con alegría o con lágrimas, a esta comunidad o a algunos de sus miembros».  ¡Así lo haremos!

3) Como no todos los días son idénticos, ni todas las fiestas tienen la misma importancia, ni todas las celebraciones son iguales, se utilizaron diversos toques que anunciaban el tipo de celebración: solemnidades, fiestas, misa de diario, defunciones (de niño, de hombre, de mujer), etc. El arte del tañido y repique creó un lenguaje único con el que pueblos enteros recibían las noticias, se unían en el duelo, se vestían y peinaban para ir a la fiesta mayor, porque construían su vida con el canto sinfónico de las campanas. Durante siglos, han sido el alma audible de una sociedad entera. Al final de este artículo soy el link de un vídeo donde aparecen muchísimos campanarios y tañedores en plena acción.

4) Por su potente sonido y extensa audición, las campanas han tenido desde hace milenios  otros usos: el más conocido actualmente es hacer de reloj, algo que nos ayuda a ordenar el tiempo, organizando la propia vida en el trabajo y en los quehaceres habituales tanto a nivel personal o familiar, como  de todo un pueblo o una ciudad. Además, se usaban para avisar de algún incendio, dar la voz de alarma en caso de invasión o guerra, etc. Desde el siglo VI, se incorporaron paulatinamente las campanas a las iglesias, formando parte de nuestra cultura europea desde tiempos muy antiguos y han acompañado nuestro crecimiento tanto en el cuerpo como en el alma.

5) El arte de la campana desarrolló una perfección técnica íntimamente ligada a la música, lo que permitió elaborar auténticos conciertos de campanas por la multiplicidad de tonos y timbres que pueden reproducir. Para ello, la elaboración de los moldes y el trabajo del bronce (el mejor material) u otras aleaciones (para presupuestos más contenidos) se convirtió en un arte muy profesional. Los carillones que hay por medio mundo son la mejor muestra de ello. En la Catedral de la Almudena, el carillón reproduce el famoso himno a nuestra patrona. ¡Es de una belleza envidiable! Disfrútalo aquí.

6) Por último, las campanas de la iglesia son el testimonio sonoro ante todo un pueblo, un barrio o una ciudad, creyentes y no creyentes, de la oración constante de intercesión por toda la humanidad. Son también testimonio de la trascendencia del espíritu humano.
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La fabricación e instalación de las campanas lo encargó D. Alfonso Muñoz Bernal a la empresa vallisoletana Caresa, que las instaló en 1998, y cuya ceremonia de bendición muchos tenéis en la retina. Se reforzó la estructura con un bastidor de hierro, se instaló el sistema eléctrico, con los electromazos (o martillos) y el sistema de volteo con motores y cadena. Pero por la perseverante generosidad decorativa de las palomas y su no siempre bien ponderada presencia, se decidió instalar rejas en los vanos del campanario, impidiendo así el precioso volteo de nuestras metálicas voceras. Ignoramos el tipo de aleación con el que se hicieron. Las cuatro se terminan con yugos mixtos: brazos de hierro y yugos de madera.
Por cierto: el año en que se instalaron y bendijeron era el segundo de preparación para el gran jubileo del 2000, convocado por Juan Pablo II: tres años (1997-1999) para preparar el bimilenario aniversario de la Encarnación del Verbo: 1997 estuvo dedicado a Jesucristo; 1998 estuvo dedicado al Espíritu Santo; y 1999, al Padre. Por esta razón, las cuatro campanas se fundieron con el logotipo del Gran Jubileo del Año 2000.

Una curiosidad: algunos criticaron a Gaudí porque en la Sagrada Familia no podrían ponerse campanas volteantes en esas torres tan especiales y «delgaduchas». Evidentemente, un arquitecto en camino de beatificación no iba a construir un templo sin voz: en el hueco de las agujas caladas, tan características de todo el conjunto, el increíble genio catalán había diseñado unas campanas con forma de tubo (tubulares) de gran tamaño, similares a las ya inventadas, en una escala mucho menor, en algunos órganos de tubos. ¡¡Esas campanas tubulares cantarán la gloria de Dios y le darán voz a las inscripciones que están en las torres: «Sanctus, Sanctus, Sanctus»!!

Los electromazos dan las horas, pero son un corsé apretadísimo e insufrible que impide cantar a las campanas. Por eso, las tocaremos a mano, para enriquecer con el sonido de los bronces sagrados un momento tan esperado por la feligresía en estos momentos de confinamiento. ¡El Santísimo Cristo de la Victoria, la Inmaculada Concepción, San José y San Isidro cantan al Señor Sacramentado y le ponen voz a nuestros sentimientos más profundos!

Poco antes de las 20 h., los domingos, nuestras campanas harán memoria de tantos difuntos por la pandemia, y abrazarán con su sonido a todas aquellas familias que no han podido hacer duelo.
Y, por supuesto, los domingos a las 20 h., las campanas se unirán a repique al generoso y emocionantísimo aplauso agradecido de una sociedad entera para apoyar a los sanitarios y a todos aquellos que luchan en primera fila por restaurar la normalidad en nuestra sociedad.

Lo que antes prometí: en este vídeo (pulsa aquí) puedes disfrutar de cientos de campanas cantando la gloria de Dios.

Si quieres abundar en el uso y significado litúrgico de las campanas en la iglesia, este es un artículo interesante: pulsa aquí.